La literatura romana en latín abraza dos partes muy marcadas que son la literatura indígena y la imitada.
- La literatura romana indígena ha dejado muy pocos vestigios y sólo nos ofrece fragmentos, que proceden del origen de Roma y ensayos de arcaísmos que proceden fundamentalmente de tiempos de la República, de los emperadores y principalmente de los Antoninos.
- La literatura romana imitada ha producido composiciones en que la inspiración individual se junta a la imitación más feliz, obras numerosas y elegidas que nos han llegado enteras. A veces se ha solido confundir las obras de origen italiano, producciones más toscas del genio agrícola o religioso de los primitivos romanos (que ofrecen un carácter más original), con las copias latinas de las obras maestras de Grecia, que ofrecen un encanto, una elegancia y una suavidad correspondientes a una civilización culta y refinada.
El latín es la lengua más conocida entre las lenguas muertas y debe su nombre al Lacio ―comarca de Italia, donde se encontraba Roma-. Tenía préstamos de otros idiomas como el griego, el umbrío, el osco y el etrusco, así como aportaciones de algunos dialectos que han concurrido a la formación de la lengua latina como el pelasgo o el céltico; hay que lamentar la pérdida del libro Orígenes de Roma, de Catón,
que hubiera ayudado a establecer sobre la cuestión de la primitiva
composición del latín. El monumento más antiguo que se conserva del
latín es un canto o himno que los hermanos arvales
(colegio de sacerdotes romanos) recitaban en su fiesta anual y que fue
descubierto en el año 1777, grabado en una piedra, acompañada de los
estatutos del colegio.
El latín se usó en el Imperio romano y, tras la partición del mismo, en el Imperio romano de Occidente, hasta su disolución.
La literatura romana es fundamentalmente literatura latina, aunque
también incluye algunos autores romanos que escribieron en griego.1 Sin embargo, hay mucha literatura latina escrita después del final del imperio romano en Occidente que ya no es literatura romana, evidentemente.
Eneida
La Eneida (en latín: Aeneis) es una epopeya latina escrita por Publio Virgilio Marón, más conocido como Virgilio, en el Siglo I a. C. La obra fue escrita por encargo del emperador Augusto, con el fin de glorificar, atribuyendo un origen mítico, al Imperio que con él se iniciaba. Con este fin, Virgilio elabora una reescritura, más que una continuación, de los poemas homéricos, tomando como punto de partida la guerra de Troya y su destrucción, y colocando la fundación de Roma como un acontecimiento ocurrido a la manera de los legendarios mitos griegos.
Se suele decir que Virgilio, en su lecho de muerte, encargó quemar la Eneida, ya fuera porque deseaba desvincularse de la propaganda política de Augusto, o bien porque no consideraba que la obra hubiera alcanzado la perfección que el poeta quería.
La Eneida tuvo una importantísima recepción a lo largo de los
siglos, sobre todo en la Edad Media. El personaje épico por excelencia,
en esa época, es Eneas (más que Ulises, cuyo prestigio no es muy alto: se le considera un personaje astuto, que conquista Troya gracias a una estratagema; en la Divina Comedia de Dante, por ejemplo, Ulises estará en los infiernos). Se considera un honor descender de Eneas: así, Godofredo de Monmouth, en su Historia regum Britanniae hará descender a los británicos de Britus o Brutus, un descendiente de Eneas.
La Eneida ha tenido también una importante recepción musical y
ha inspirado a numerosos compositores como argumento para una ópera.
Las más conocidas son La Didone (1641) de Francesco Cavalli, Dido and Aeneas (1689) de Henry Purcell -primera ópera en lengua inglesa- y la gran ópera heroica Les Troyens (1858) de Hector Berlioz.
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